Con el fin de dinamizar en el Estado espacios dedicados o no al arte surgió el Festival Rabo'emono, y dado a que la Escuela de Artes Plásticas de San Cristóbal se encontraba en un estado total de abandono (descuido de las instalaciones y una deficiente gestión del gobierno regional en la década de los 90) y la relación público-creador era muy cercana debido a que el 99 % del público asistente al festival era parte del corpus artístico de la ciudad (artistas, estudiantes y profesores de arte) quienes vivían día a día en ese contexto, la artista buscaba hacer un alto, dar una llamada de atención para hacer reflexionar "primeramente a los artistas" sobre la necesidad de cambiar la idea errónea que tenía la comunidad en la cual estaba inserto este recinto artístico sobre arte y sus hacedores. Entonces con el rostro oculto (como lo hacen los estudiantes en sus protestas callejeras para no ser reconocidos – pero sin tirar piedras) y dos letreros con los colores de las señales de tránsito, estuvo de pie en la entrada de la Escuela para llamar la atención de los que tenían que ver con el arte y luego caminó hasta la calle para hacer un llamado de atención de los que transitaban en sus carros y a los cuales tampoco les dolía esta decadencia.
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